El oso que no estaba
25, Agosto 2015
Érase una vez, un Picor. No era un Picor grande. No era un Picor pequeño. Era un Picor mediano. Y el Picor quería rascarse. Érase una vez. Un poco más tarde, sobre érase-una-vez y cuarto, el Picor vio un árbol y se arrimó a él para rascarse. Entonces ocurrió algo muy raro: el Picor empezó a crecer. Cuanto más se rascaba, más grande se hacía. «Qué curioso», pensó el Picor, sin dejar de rascarse. Al poco rato, una capa de pelo empezó a cubrir al Picor, y del pelo surgieron unos brazos, unas piernas y una nariz. Poco después, el Picor parecía... un oso. ¿¿¿UN OSO???
Todo el mundo sabe que los osos se rascan cuando tienen picor, ¡pero casi nadie sabe que los Picores se rascan cuando son osos! Pero así era. Cuanto más se rascaba el Picor, más se parecía a un Oso hasta que, al final, en el lugar donde antes no había ningún oso apareció... ¡un oso que no estaba! El Oso abrió los ojos y sonrió. «¡Por supuesto que sí!», exclamó, porque era un oso muy positivo. Miró a derecha e izquierda y se dio cuenta de que estaba completamente solo. «¿Soy el primero? –pensó–. ¿O el último?». Entonces se preguntó si era mejor ser el primero o el último cuando no había nadie más. Justo después, descubrió que tenía un bolsillo. Metió la mano dentro y encontró un papelito doblado. Decía: ¿ERES YO? El Oso se rascó la cabeza. «¡Muy buena pregunta!». Y siguió leyendo. ¿ERES YO? Pistas útiles que buscar: 1.Soy un oso muy amable. 2.Soy un oso feliz. 3. Y un oso muy guapo. «¡Qué bien! –dijo el Oso–. Espero ser yo». Y empezó a caminar.