Hilda: Historias del páramo
18, Octubre 2022

Vuelve nuestra heroína de pelo azul, y regresa con sus dos primeras aventuras: Hilda y el trol y Hilda y el gigante de medianoche, recogidas en un volumen antológico con contenido añadido: bocetos de personajes o composiciones, así como una breve historia inédita centrada en un querido amigo de la protagonista. Historias del páramo marca el reinicio del universo creado por Luke Pearson con sus dos primeros cómics preTrolberg. Recordamos cuando Hilda vivía en el páramo, sus amigos eran de otra especie y se dedicaba todo el día a correr por el bosque y dibujar rocas. El autor creó en Hilda a una niña lejos de ser perfecta, pero que intenta mejorar día a día. Sus personajes, así como lo que les sucede, nunca son planos, no son buenos o malos; tienen grises y dilemas morales. Hilda también se equivoca, comete errores y trata de enmendarlos: la pequeña es indisciplinada por estar acostumbrada a una libertad casi total, por lo que a veces le cuesta seguir las normas y esto la lleva a ser irrespetuosa en algunas ocasiones. Esto no quita que sea inteligente, vivaz, divertida y de buen corazón. Lo que nos enseña que, primero, la perfección no existe ni falta que hace y, segundo, nuestros errores no son lo que nos define, lo que demuestra quiénes somos son nuestras intenciones. Tampoco Johanna es la madre perfecta que solemos ver en otras ficciones, aunque en estas dos historias aparece brevemente, podemos entender que es una madre que trata con cariño y respeto a su hija, pero que también puede errar. Pearson demuestra una y otra vez que nada tiene por qué ser lo que parece y que no hay que caer en prejuicios y estereotipos. En ambas historias se nos presentan varias especies diferentes de seres, algunas comienzan como los villanos mediante prejuicios y estereotipos, así como acciones que no comprendemos, hasta que se demuestra que no tienen por qué cumplir con ellos y que sus intenciones no tienen por qué ser malas. Este es el caso de troles y elfos. En primer lugar, los troles son los enemigos acérrimos de este mundo y se les describe como terribles bestias sanguinarias. Hilda, basándose en un libro que aún no ha terminado, coloca una campanilla en la nariz de una roca-trol para que suene si llega a transformarse. Más tarde, el Hombre de Madera le cuenta que esta acción es cruel y dolorosa para esta especie. El trol acude en busca de Hilda, lo que esta toma como un ataque resulta ser solo una petición de ayuda, además de devolverle su cuaderno de dibujos. La pequeña lo ve como un intento de amistad, pero tampoco la acción va por ahí, el trol no es malvado ni bondadoso en extremo, solo quiere vivir en paz.
Esta ecuación se repite en el segundo libro con los elfos. Al comienzo, los elfos atacan a madre e hija en su hogar y tratan de expulsarlas del páramo. Entendemos entonces que los elfos son "los malos" de la historia. Alfur, uno de estos elfos, trata de llegar hasta Hilda para explicarle que los motivos de su especie no son arbitrarios ni por maldad. Estos seres habitan el páramo desde mucho antes que la familia de la protagonista, el problema: son invisibles, la única posibilidad de verlos es firmando un sinfín de documentos. Dada su condición, el tatarabuelo de la niña construyó su casa sobre las de ellos sin saberlo. Ahora tratan de enmendarlo expulsándolas, y Hilda tratará de remediarlo comunicándose con ellos. Este segundo cómic presenta además una trama paralela: la pequeña investiga la existencia de un gigante que cada noche vuelve para observar la casa durante unos minutos. De nuevo gracias al Hombre de Madera, descubre que es el último de las grandes razas de gigantes del mundo, que fueron expulsados por los humanos por pisar sus casas sin darse cuenta (menuda ironía). En la mitología que el autor crea, este gigante se ha quedado solo y aún no lo sabe, espera a una amiga junto a la casa de Hilda. Cuando por fin se reencuentran, estos pisan la casa de madre e hija, que se ven obligadas a marcharse a la ciudad. Finalmente, Hilda consuela a su madre, con una gran lección de forma bastante sutil: lo que poseían no son más que cosas, reemplazables, pero ellas (y Brizna) son lo verdaderamente importante y pueden continuar su vida, además de dejar en paz a los elfos.
En resumidas cuentas, Luke Pearson es un autor excelente: la expresividad de sus dibujos nos hace meternos de lleno en la trama, los tonos están bien definidos en paletas de colores que se adaptan a cada entrega sin hacerse pesadas, las tramas son ingeniosas y cautivadoras, la composición de cada página es un camino bien hilado con la historia, y los personajes son variados y complejos. Por si todo esto fuera poco, siempre queda algún detalle oculto, de estos que se descubren en una segunda, tercera o enésima lectura.