El cuentacuentos
Octubre 21 2014
Las ilustraciones de Vandenabeele, tétricas y negras con estridentes toques (excesivos según el momento) amarillos, son un complemento excelente que ayudan a Saki a potenciar el mensaje adulto que este libro ilustrado nos manda.
Tener control sobre las criaturas no es sencillo y ése es una de las finalidades de los cuentos infantiles, captar la atención de los niños con aquello poco habitual e interesante que hará de lo inesperado un descubrimiento que quedará grabado en la memoria durante tiempo. Esta permanencia es lo que Saki convierte en castigo para el adulto, condenado a contar historias del mismo estilo.
La gracia de este cuento ilustrado radica en que la adecuación de la historia contada por el pasajero del tren no se corresponde con los cánones de la educación ni con el prototipo de cuentacuentos. El protagonista tiene por finalidad castigar la incapacidad de la tía de unos niños para controlarlos en un sitio público como es un tren contándoles una historia con final inapropiado para que, sin saberlo, los niños humillen públicamente a la mujer pidiéndole que cuente historias inadecuadas para ellos.
Saki propone pues una jugada, tal vez poco moral, pero genialmente eficaz y sorprendente que nos recuerda la vulnerabilidad del niño y el peso de una figura adulta que tomará como referente a lo largo de su infancia.