Un días más contigo
Septiembre 20 2016
Jimmy Liao
A continuación, busqué en las ilustraciones un posible tema, y una vez decidido el tema, tuve que crear muchas ilustraciones nuevas para completar el libro. Es un caso parecido al de un diseñador de joyas, que cuenta con un montón de piedras preciosas de tamaños y colores distintos, pero no puede engarzarlas unas con otras, sin más, para formar un hermoso collar, sino que tiene que dar con el diseño perfecto para conseguir que el conjunto luzca en todo su esplendor. Me pasaba todo el día analizando constantemente las posibles combinaciones y permutaciones de los dibujos y devanándome los sesos para que de entre ellas surgiese la chispa que finalmente permitiera fluir a una historia.
A la gente le encanta preguntar a los autores cómo les viene la inspiración, como si, al descubrir su fuente secreta, pudieran seguir un atajo en el proceso creativo. Pero, en realidad, yo no creo en absoluto en la inspiración, porque puedes tener muchísimas ideas geniales, pero a la hora de la verdad, son pocas las que te valen para algo, y de esas, aún menos las que puedes llevar a la práctica. Estoy convencido que la única fuente de inspiración viable es la práctica. Suelo pasarme el día entero reflexionando, pero si no ejercito la mano para poner nada en práctica, al final todo queda en fantasías. También procuro tenerlo todo bien planeado antes de empezar a dibujar, pero muchas veces, al pasar a la ejecución práctica, todos los proyectos que había perfilado con tanto detalle se tuercen. Precisamente hay que enfrentarse a las dificultades imprevistas, al sufrimiento y a los problemas para poder encontrar soluciones perfectas. ¡Hay que abrir camino a la creación creando, con la práctica!
Entre pensamiento y creación, por mucha experiencia que tengas, sigue existiendo una distancia: hay que ir puliendo las cosas gradualmente, avanzando paso a paso con firmeza. Así es como se progresa de verdad. Por muy ambiciosos que sean tus sueños, si no tienes la capacidad mental de perseverar y seguir practicando, quedarán todos reducidos a puro humo.
Un día más contigo es el mejor ejemplo de cómo la ejecución práctica alteró todos mis planes previos. Al principio, a partir de la serie de ilustraciones que había dibujado, construí el argumento de una niña que le llevaba a su padre una fiambrera con comida al trabajo. Era un divertido paseo a lo largo del cual la niña se encontraba toda clase de flores y animales distintos y a cuyo término compartía con su padre la comida de la fiambrera, que su mamá había preparado con todo el cariño. Era, pues, una historia familiar, dulce y amable.
Pero mi entusiasmo inicial se acabó marchitando. Cada día hacía nuevas ilustraciones ciñéndome al plan original, pero no funcionaban en absoluto. El resultado era una especie de libro de texto ridículo. Así pues, la conmovedora historia original de una niña y su padre desapareció para convertirse lentamente en el relato de una niña que se iba sola a correr aventuras, y a partir de aquí no tardó en ser la historia de una niña y su amiga. Cuando estoy creando un álbum, siempre me asaltan dudas: lo que ahora es blanco, después lo veo negro, y le doy unos sustos tremendos a mi editor, aunque ya hace tiempo que esté acostumbrado.
Al final de todo, el libro pasó a ser la historia de una niña que tenía que ir a visitar a la familia de su amiga, que regentaba un circo. Pero la amiguita había muerto, y la niña tenía que hacer acopio de valor para cumplir con la visita que le había prometido a su amiga. Así, el argumento pasó a ser el trayecto de la niña, que, al cumplir con su promesa hecha a su amiga, recordaba constantemente la amistad que las unía a ambas y los hermosos momentos que habían compartido.
En actos de firma de libros, me he encontrado a bastantes lectores que me han dicho que quieren regalar Un día más contigo a algún amigo, lo cual me hace sentir incómodo porque el libro trata del recuerdo de una amiga fallecida: no hay que dejarse engañar por la idílica belleza de la cubierta.