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Baby Blue

Baby Blue

Las últimas semanas hemos estado dando pinceladas de las novedades que llegan este mes de octubre. Hoy, 10 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, para dar visibilidad a un tema que trata de ocultarse, se menosprecia y estigmatiza, a pesar de ser un grave problema para gran parte de la población mundial. Por ello, hoy hablaremos de Baby Blue, una novela gráfica de la autora sueca Bim Eriksson, que lleva al extremo esta cuestión creando una distopía en la que un gobierno autoritario prohibe la tristeza en público y censura todo objeto cultural que pueda llevar a ella: películas, música, libros... Fragmento de página del interior de En la actualidad, vivimos tiempos convulsos entre pandemia, crisis y guerras, lo que repercute en la salud mental de la población hasta el punto de convertir el suicidio en la principal causa de muerte entre los jóvenes. En Baby Blue, se pone de manifiesto lo absurdo de no permitir a la población manifestar la angustia que siente. La protagonista, Betty Pott, es consciente de que no encaja en la sociedad supuestamente perfecta que el gobierno sueco planea construir, y se siente culpable por ello. Un día será enviada a una institución en la que medican a las personas para eliminar los sentimientos negativos. Allí conocerá a Berina, asidua del centro, aún no sabe si aliada o enemiga. Fragmento de página del interior de A lo largo de la historia, iremos sintiendo junto a Betty este dilema interno entre las emociones y lo que considera correcto. También descubriremos más sobre el funcionamiento de esta nueva sociedad y sobre la supervivencia en ella. El libro aborda el tema de las enfermedades mentales sin romantizarlas, sin positivismo tóxico y sin tapujos. En sus páginas, se presentan debates sobre la ambigüedad y la hipocresía con las que la sociedad trata en ocasiones estas cuestiones, muchas veces impregnadas de racismo, sexismo y homofobia. No podemos dejar de hablar del estilo de Bim Eriksson. El mundo del cómic crece cada día y, por fortuna, cada vez son más los que se atreven a alejarse de lo convencional y mostrar su propio mundo. Eriksson desarrolla toda la trama con su particular dibujo sirviéndose tan solo de un azul oscuro, con encajes casi cinematográficos. Viñeta del interior de La autora nombra Kallocaína, de Karin Boye, como influencia directa. Es cierto que conocemos otras historias de futuros distópicos en los que un gobierno fascista asciende al poder y elimina derechos básicos de los ciudadanos, consolidándose a través de la censura como en Farenheit 451, de Ray Bradbury o Un mundo feliz de Aldous Huxley. La artista sueca actualiza el género con problemas de hoy. En resumidas cuentas, es un libro subversivo, revelador y necesario.