Korokoro
Octubre 18 2012
Teresa Corchete
Con el primer significado, la autora construye la parte explicita del relato: una especia de erizo rueda por diferentes escenarios entre animales y retazos de paisaje variopintos: la rama de un árbol, el vado de un río, la madriguera de un topo… El recorrido va dejando prendidos en su púas frutos y hojas de diversos, vestigios del camino transitado. Al final de la aventura, el protagonista se libra de todo el peso sobrante ayudado por un congénere… que resulta ser un ratón. Este sorprendente desenlace, que descubre una castaña donde creíamos ver un caparazón, remite a la semántica de la segunda palabra, que además nos insinúa una interpretación más profunda de la historia, vista como metáfora de experiencia vitales que nos dejan marcas y sensaciones que necesitamos compartir con otros, a veces para disfrutarlas, otra para liberarnos de ellas.
El juego de discriminación visual, que invita a observar minuciosamente personajes y detalles, y el pequeño formato en acordeón que permite desplegar las paginas y continuar la historia girando el libro, conforman una atractiva propuesta a la que formula ilustrativa, resuelta a base de formas sutiles y una composición cromática austera (tintas negras, ocre y granate), imprime un carácter atemporal.