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La señora y el niño

Félix Albo

La historia es de esas para leer y releer deteniéndose en paladear un proceso literario de transformación magistralmente contado.

Un niño siente pavor por una mujer enorme y mayor. Cree, está convencido de que la mujer captura niños para comérselos (claro, aún se mantiene la maldad tradicional, por suerte, en los cuentos). Y con esa mirada, reafirma en cada gesto, objeto y movimiento de la mujer, su convencimiento.

Quizá por ello no puede dejar de observarla, de seguirla, de esperarla y, de provocar sus encuentros a pesar de los temblores.

Un gesto, un solo gesto, servirá de llave para abrir otra mirada que está muy por encima de la tan limitada por el prejuicio. El niño descubrirá en ese horror de mujer gigante comeniños, una magnífica y entrañable relación.

Texto, ritmo e ilustraciones van a la de una, generando un ambiente cambiante que va desde el miedo que provoca la desconfianza hasta la plenitud que otorga desprenderse de una soledad enquistada e invisible.

La historia no solo nos habla de los prejuicios que tanto lastran nuestro comportamiento social, cultural y vital, sino que deja descarnadamente al aire, muchos recovecos que conviven con nuestro cotidiano lamentablemente nada lejano.

Es un buen libro, además, para apreciar la música que provoca en la lectura de las ilustraciones ese cambio de tonalidad que va desde lo oscuro y poco definido hacia la focalización cromática de detalles que bastan para realzar la emoción en una historia bella como es esta.

Y después de su lectura, cualquier conversación que provoque, en cualquiera de sus vertientes posibles, siempre nos resultará enriquecedora.

¿O no?

Feliz lectura. Feliz semana.