Ocho títulos singulares que celebro y con los que celebrar este tiempo compartiendo
Marzo 11 2020
Anna Juan Cantavella
Reivindicando el carácter social de la lectura en voz alta, Carson Ellisconstruye un álbum que para degustarse bien debe ser leído en voz alta y que juega a concretar la ambigüedad de un lenguaje textual totalmente inventado (el lenguaje insecto, que ha sido traducido maravillosamente a muchísimos idiomas) a través de una narración visual en la que los elementos de la composición ayudan al lector a construir sentido. Un álbum fantástico para experimentar, en primera persona, cómo se sienten esos y esas pequeñas lectoras que se enfrentan a los inicios de la lectura autónoma y que explica bien la importancia del contexto para poder ordenar, hacer inferencias e hipótesis a la hora de interpretar cualquier texto…
Aunque más que como castigo para adultos descreídos, ¿Mau iz io? es una obra que mira a los lectores infantiles (y a los adultos juguetones) y disfruta del arte de inventar idiomas, valiéndose de la importancia de la sonoridad y de los aspectos más materiales del lenguaje. Porque ¿Mau iz io? es una fiesta para la lectura compartida en voz alta y un fruto jugoso para aquellas personitas que han entendido que el lenguaje sirve para comunicarse y saber cosas e inventan varios mientras van descubriendo el propio.
Todo empieza con una oruga que busca un lugarcito para transformarse… En la primera doble página, sobre un gran espacio en blanco, sobresalen un tronco en la parte izquierda y un pequeño brote en medio de la zona de la derecha. Dos insectos se preguntan qué puede ser aquello…
A partir de ese momento, la composición de la ilustración irá in crescendo o decreciendo al ritmo del desarrollo de la planta. Con el crecimiento del brote, aumenta la expectación y también la comunidad que decide explorarla y después apropiársela (de diferentes modos). En las páginas centrales y siguientes, justo en el esplendor de la vida alrededor de la planta, los guaches dejan cada vez menos espacios al blanco y ocupan, sin desorden, casi la totalidad de la doble página con la vida de una colonia cada vez más activa. La ilustración gana en tamaño gracias a la elaboración de detalles.
Pero, el ciclo de la vida va como va y llega un día en que aquella planta, aquel lugar, empieza a desaparecer y con su decadencia, ilustraciones y diálogos van poco a poco desvaneciéndose… Aunque, que algo desaparezca, no significa que la naturaleza deje de hacer brotar formas y modos de vida bien distintos. Y si no, que se lo digan a esa oruga que no se ha enterado de nada. Y así Ellis nos hace reflexionar, con perspicacia, sobre la vida, la muerte, los ciclos, el paso del tiempo, los grandes y pequeños conflictos, etc. Una mirada microscópica que explica bien uno de los axiomas de la antropología, ese que asegura que lo universal se encuentra en el corazón de lo particular.